El lenguaje conceptual de la literatura fantástica
Borges averiguó durante su evolución literaria que las palabras enuncian ideas y no están destinadas a prodigarlas en menudencias descriptivas. Afirma que el uso del lenguaje se reduce a transmitir conceptos que inicialmente fueron asimilados a partir de la percepción, única vía de conocimiento que nos aproxima y aleja simultáneamente de la realidad. Una brizna de aire que nos acaricia la piel y nos eriza el vello, puede ser tan intensa en los sueños como en el mundo terrenal, mientras nos encontramos en un apacible bosque otoñal. No obstante, los psicoanalistas son capaces de inducir a sus pacientes a tener sensaciones mediante la hipnosis. En resolución, algo existe solo en el acto en que el espíritu, elemento activo, lo observa. La materia, elemento pasivo, se nos coloca con el fin de que sus propiedades sean captadas.
En sus relatos, el escritor argentino introduce tesis que estrechan lazos con la corriente filosófica del subjetivismo idealista, atribuida al obispo irlandés, amante de la filosofía, George Berkeley. Su pensamiento reposa en un principio básico: esse est percipi aut percipere, "ser es ser percibido o percibir". Ésta ley puede ser aplicable en el etéreo mundo donde nacen los sueños, y, por tanto, las imágenes que aquí deambulan merecen estudiarse como reflejo de veracidad.
Personas hechas de materia onírica
El hombre gris, del cual no sabemos ni su aspecto ni su identidad, ha dedicado muchos años de estudio a un proyecto de complicada consecución: rescatar de un sueño a una persona y traerla a la realidad. Además, no conforme con ello, de éste hijo suyo quiere hacer un mago más versado en las artes ocultas que su maestro, su padre. La cuna que ve nacer a esta criatura se encuentra en las 'ruinas circulares', unos vestigios arqueológicos presididos por el Dios del Fuego, quien tiene licencia para destruir y rehacer, pasar del caos al orden. Aunque el santuario permanece visible, acaba carbonizado cuando el sueño toda su fin y unas misteriosas llamas se elevan vorazmente. Todo tiene aspecto desolador, ninguna figura se reconoce excepto la estatua del dios, un animal fantástico, a medio camino entre el caballo y el tigre, según cuenta el narrador.
La reconstrucción del santuario sólo tiene lugar en los sueños del mago. Cuando la estructura circular se yergue por completo, él se sitúa en el centro para impartir clases y enseñar sus secretos a los aprendices que toman asiento en el anfiteatro y escuchan con atención. De todos ellos escoge al más aventajado, el que por sus cualidades él cree que está preparado para continuar su obra y transmitir las mismas doctrinas de generación en generación. Aunque trabaja hasta la extenuación, las primeras intentonas resultan ser un fiasco. Acaba tendido en el suelo, bajo el pedestal de un dios cruel que se niega a premiar los esfuerzos del mago. Pero, involuntariamente, mientras descansa y sin oponer resistencia, sueña de nuevo. Ésta vez apuesta por engendrar de la nada a su hijo, sin prisas y con mucha concentración. Primero los órganos, luego los huesos, los músculos, la carne, todo hecho con el artesano que tiene alojado en su mente. La razón, la capacidad de razonar, es el último ingrediente que añade, y cuando lo hace, comienza a desplegar ante él toda su sabiduría. De nuevo, al despertar, se ve solo, sin la compañía del amado pupilo de sus sueños y el santuario arde sin piedad, y allí nadie había encendido una antorcha. Desconsolado, decide penetrar en las llamas y acabar de una vez con el sufrimiento, pero no siente calor, su carne sigue tersa y traspasa el fuego sin mayores complicaciones. En ese momento se percata de que él también es un producto de otro soñador.
El cuento trata de plantear la duda de si el hombre gris que desafía las leyes naturales de la ontología ha logrado crear cuerpos realmente palpables en la fábrica de sus sueños. Téngase en cuenta que la lucha se recrudece al acontecer así mismo dentro de otro sueño, donde las cosas son deformables al antojo del sujeto que las engendra y goza de omnipotencia. Él se encuentra en los subterfugios de otro ser pensante y su entorno está sujeto a cambios inesperados. La complejidad que caracteriza el argumento exige mucha comprensión, por ello, el autor aplica un estilo sencillo y austero, rehuyendo el género ensayístico, ya que Borges consideró la poesía y la novela fantástica como formas supremas de racionalidad humana. Entre el lector y el escritor se establecen lazos lúdicos que invitan a descifrar determinados símbolos implícitos en la historia, creados por los mismos personajes, totalmente emancipados de la mano y tutela del escritor.
Borges averiguó durante su evolución literaria que las palabras enuncian ideas y no están destinadas a prodigarlas en menudencias descriptivas. Afirma que el uso del lenguaje se reduce a transmitir conceptos que inicialmente fueron asimilados a partir de la percepción, única vía de conocimiento que nos aproxima y aleja simultáneamente de la realidad. Una brizna de aire que nos acaricia la piel y nos eriza el vello, puede ser tan intensa en los sueños como en el mundo terrenal, mientras nos encontramos en un apacible bosque otoñal. No obstante, los psicoanalistas son capaces de inducir a sus pacientes a tener sensaciones mediante la hipnosis. En resolución, algo existe solo en el acto en que el espíritu, elemento activo, lo observa. La materia, elemento pasivo, se nos coloca con el fin de que sus propiedades sean captadas.
En sus relatos, el escritor argentino introduce tesis que estrechan lazos con la corriente filosófica del subjetivismo idealista, atribuida al obispo irlandés, amante de la filosofía, George Berkeley. Su pensamiento reposa en un principio básico: esse est percipi aut percipere, "ser es ser percibido o percibir". Ésta ley puede ser aplicable en el etéreo mundo donde nacen los sueños, y, por tanto, las imágenes que aquí deambulan merecen estudiarse como reflejo de veracidad.
Personas hechas de materia onírica
El hombre gris, del cual no sabemos ni su aspecto ni su identidad, ha dedicado muchos años de estudio a un proyecto de complicada consecución: rescatar de un sueño a una persona y traerla a la realidad. Además, no conforme con ello, de éste hijo suyo quiere hacer un mago más versado en las artes ocultas que su maestro, su padre. La cuna que ve nacer a esta criatura se encuentra en las 'ruinas circulares', unos vestigios arqueológicos presididos por el Dios del Fuego, quien tiene licencia para destruir y rehacer, pasar del caos al orden. Aunque el santuario permanece visible, acaba carbonizado cuando el sueño toda su fin y unas misteriosas llamas se elevan vorazmente. Todo tiene aspecto desolador, ninguna figura se reconoce excepto la estatua del dios, un animal fantástico, a medio camino entre el caballo y el tigre, según cuenta el narrador.
La reconstrucción del santuario sólo tiene lugar en los sueños del mago. Cuando la estructura circular se yergue por completo, él se sitúa en el centro para impartir clases y enseñar sus secretos a los aprendices que toman asiento en el anfiteatro y escuchan con atención. De todos ellos escoge al más aventajado, el que por sus cualidades él cree que está preparado para continuar su obra y transmitir las mismas doctrinas de generación en generación. Aunque trabaja hasta la extenuación, las primeras intentonas resultan ser un fiasco. Acaba tendido en el suelo, bajo el pedestal de un dios cruel que se niega a premiar los esfuerzos del mago. Pero, involuntariamente, mientras descansa y sin oponer resistencia, sueña de nuevo. Ésta vez apuesta por engendrar de la nada a su hijo, sin prisas y con mucha concentración. Primero los órganos, luego los huesos, los músculos, la carne, todo hecho con el artesano que tiene alojado en su mente. La razón, la capacidad de razonar, es el último ingrediente que añade, y cuando lo hace, comienza a desplegar ante él toda su sabiduría. De nuevo, al despertar, se ve solo, sin la compañía del amado pupilo de sus sueños y el santuario arde sin piedad, y allí nadie había encendido una antorcha. Desconsolado, decide penetrar en las llamas y acabar de una vez con el sufrimiento, pero no siente calor, su carne sigue tersa y traspasa el fuego sin mayores complicaciones. En ese momento se percata de que él también es un producto de otro soñador.
El cuento trata de plantear la duda de si el hombre gris que desafía las leyes naturales de la ontología ha logrado crear cuerpos realmente palpables en la fábrica de sus sueños. Téngase en cuenta que la lucha se recrudece al acontecer así mismo dentro de otro sueño, donde las cosas son deformables al antojo del sujeto que las engendra y goza de omnipotencia. Él se encuentra en los subterfugios de otro ser pensante y su entorno está sujeto a cambios inesperados. La complejidad que caracteriza el argumento exige mucha comprensión, por ello, el autor aplica un estilo sencillo y austero, rehuyendo el género ensayístico, ya que Borges consideró la poesía y la novela fantástica como formas supremas de racionalidad humana. Entre el lector y el escritor se establecen lazos lúdicos que invitan a descifrar determinados símbolos implícitos en la historia, creados por los mismos personajes, totalmente emancipados de la mano y tutela del escritor.
Jardines surrealistas de Las Pozas, Xilitla Edward James, 1944 |
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